Debate 9º:  Eufemismos, ¿una moda?

CLARIVIDENCIA, de René Magritte, 1936

Este trimestre vamos a debatir sobre el uso de los eufemismos. ¿Los sabemos distinguir de sus correspondientes tabús? ¿Nos hemos acostumbrado a ellos? ¿Qué función cumplen? ¿En qué ámbitos predominan? ¿Se relacionan con las modas y modismos sociales? …

El Diccionario de la Lengua Española lo define como “una manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta o franca expresión sería dura o malsonante”.

La Wikipedia amplía esta definición relacionándolo con otros aspectos y ámbitos: “El eufemismo es una palabra o decir políticamente aceptable o menos ofensiva que sustituye a otra palabra de mal gusto que puede ofender o sugerir algo no placentero o peyorativo al oyente. También puede ser la palabra o expresión que sustituye a nombres secretos o sagrados para evitar revelar estos a lo iniciados. Algunos eufemismos tienen la intención de ser cómicos. Se produce cuando se pretende usar palabras inofensivas o expresiones para desorientar, evadir o evitar hacernos conscientes de una realidad cruda y desagradable. A menudo el propio eufemismo pasa a ser considerado vulgar con el tiempo para ser sustituido de nuevo. Cabe indicar que el eufemismo no siempre reemplaza palabras de la jerga de un idioma, sino que muchas veces sustituye palabras aceptadas en el uso normal, pero que por alguna razón se consideran tabúes, o al menos que pueden ser rechazadas o molestas para una parte de la población.

Los eufemismos son muy empleados en el lenguaje políticamente correcto para evitar posibles ofensas a grupos de individuos, o como instrumento de manipulación del lenguaje para hacer más fácil la aceptación por la “masa” de ideologías que, expuestas de otro modo, resultarían reprobables”.

LA TRAICIÓN DE LAS IMÁGENES, de René Magritte, 1929

En su origen etimológico la palabra eufemismo proviene del griego euphemia, que significa “favorable, bueno, habla afortunada”, y a su vez deriva de las raíces griegas eu (“bueno, bien”) más pheme (“hablar”).

Las definiciones y la etimología suelen llevarnos, en el análisis de una palabra, a reflexiones interesantes y, a veces, divergentes de la opinión generalizada sobre un término. Y lo mismo ocurre con algunos textos literarios que nos brindan lecturas y miradas connotativas o metafóricas sobre un término que tenemos, quizá, anclado en el ámbito de lo exclusivamente denotativo.

En realidad, el eufemismo puede ser algo más que una palabra que sustituye a otra; puede llegar a ser una actitud vital o convertirse en una motivación de acción. Hay eufemismos que se confunden con figuras literarias, eufemismos que cumplen una función social, algunos que se intercambian con falacias argumentativas… eufemismos que se personifican…

DECALCOMANÍA, de René Magritte,

En este debate os animamos a indagar en este terreno. Os proponemos algunos textos sobre los que reflexionar y debatir sobre el uso de los eufemismos en nuestra sociedad actual; pero la actividad consiste en que seáis vosotros los que incorporéis otros fragmentos literarios o no con los que poder ampliar la mirada sobre este tema. Los textos también pueden ser fotográficos o publicitarios.

Estas son las consignas de realización y entrega de los trabajos:

A partir de las ideas que presentan los textos, que sólo se ofrecen como ejemplos de reflexión, tienes que escribir un texto argumentativo, con un mínimo de 200 palabras, en el que expongas y argumentes tu opinión al respecto. Junto con el texto argumentativo deberás incluir como anexo el fragmento de un texto que para ti ejemplifique las ideas argumentadas, y que, de alguna manera, aparecerá citado en tu texto argumentativo. El texto citado debe ser brevemente contextualizado.  El plazo de entrega para este primer texto concluye el día 29 de enero de 2019.

 A continuación, y a partir de los textos escritos, debes redactar un texto argumentativo (con un mínimo de 200 palabras) que apoyen o rebatan la tesis propuesta. El plazo de entrega para el segundo texto concluye el día 19 de febrero de 2019.

Recuerda que los textos enviados no aparecen inmediatamente en la página y que debes asegurarte de que pasados por lo menos dos días ya han sido incluidos.

Éste es un debate abierto, por lo que puedes invitar a participar en él.

LOS AMANTES, de René Magritte, 1928

ALGUNOS EJEMPLOS DE REFLEXIÓN ARGUMENTATIVA SON LOS SIGUIENTES:

Para no ser reproducido, de René Magritte, 1937

Texto 1:

 

El texto propuesto como reflexión es un fragmento de El Lazarillo de Tormes, de autor anónimo, escrito en el S. XVI. Es un fragmento que pertenece al Tratado 1, donde Lázaro cuenta sus orígenes familiares:

 

         (…)Mi madre viuda, como sin marido y sin abrigo se viese, se fue a vivir a Salamanca y alquiló una casa y guisaba para ciertos estudiantes y lavaba la ropa a ciertos mozos de caballos del Comendador de la Magdalena, de manera que fue frecuentando las caballerizas. Ella y un hombre negro de aquellos que cuidaban las bestias, vinieron en conocimiento. A mí al principio no me gustaba y le tenía miedo, viendo el color y mal gesto que tenía; mas cuando vi que con su venida mejoraba el comer, le fui apreciando porque siempre traía pan, pedazos de carne y en invierno leños, con los que nos calentábamos. De manera que mi madre vino a darme un negrito muy bonito, con el cual yo jugaba y ayudaba a calentar. Y recuerdo que, estando el negro de mi padre jugando con el mozuelo, como mi hermano veía a mi madre y a mí blancos y a él no, huía de él con miedo y señalando con el dedo decía:

         -¡Madre, coco!

         Respondió él riendo:

         -¡Hideputa!

         Yo, aunque era un niño, noté que aquella palabra se refería a mi hermanico, y dije para mí: “¡Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de otros porque no se ven a sí mismos!”

(…)

Oasis, de René Magritte, 1937

Texto 2:

 

Este texto es un fragmento perteneciente al artículo Dia de difuntos, de Mariano José de Larra, escrito en 1836. Una fecha, que nos hace pensar en la sincrónica correspondencia de un siglo después.  En este texto Larra expresa una dura crítica a la sociedad del momento, sumida en la mentira y la corrupción. ¿Nos suena?:

 

(…)

Dirigíanse las gentes por las calles en gran número y larga procesión, serpenteando de unas en otras como largas culebras de infinitos colores: ¡Al cementerio, al cementerio! ¡Y para eso salían de las puertas de Madrid!

Vamos claros, dije yo para mí, ¿dónde está el cementerio? ¿Fuera o dentro? Un vértigo espantoso se apoderó de mí, y comencé a ver claro. El cementerio está dentro de Madrid. Madrid es el cementerio. Pero vasto cementerio donde cada casa es el nicho de una familia, cada calle el sepulcro de un acontecimiento, cada corazón la urna cineraria de una esperanza o un deseo.

Entonces, y en tanto que los que creen vivir acudían a la mansión que presumen de los muertos, yo comencé a pasear con toda la devoción y recogimiento de que soy capaz las calles del grande osario.

-¡Necios!- decía a los transeúntes-. ¿Os movéis para ver muertos? ¿No tenéis espejos por ventura? ¿Ha acabado también Gómez con el azogue de Madrid? ¡Miraos, insensatos, a vosotros mismos, y en vuestra frente veréis vuestro propio epitafio! ¿Vais a ver a vuestros padres y abuelos, cuando vosotros sois los muertos?

(…)

Intentando lo imposible, de René Magritte, 1928

Texto 3:

 

El siguiente texto es un cuento, que aparece recogido en Las mil y una noches. Se trata de una recopilación de cuentos tradicionales del Oriente Medio, que fue recopilada y traducida en la Edad Media, en lengua árabe. Posiblemente su origen se remonte a la cultura persa o india. Utiliza la estructura del relato enmarcado.

 

ENCUENTRO CON LA MUERTE EN SAMARRA

 

Vivía en Bagdad un comerciante llamado Zaguir. Hombre culto y juicioso, tenía un joven sirviente, Ahmed, a quien apreciaba mucho. Un día, mientras Ahmed paseaba por el mercado de tenderete en tenderete, se encontró con la Muerte que le miraba con una mueca extraña. Asustado, echó a correr y no se detuvo hasta llegar a casa. Una vez allí le contó a su señor lo ocurrido y le pidió un caballo diciendo que se iría a Samarra, donde tenía unos parientes, para de ese modo escapar de la Muerte. Zaguir no tuvo inconveniente en prestarle el caballo más veloz de su cuadra, y se despidió diciéndole que si forzaba un poco la montura podría llegar a Samarra esa misma noche. Cuando Ahmed se hubo marchado, Zaguir se dirigió al mercado y al poco rato encontró a la muerte paseando por los bazares.

 - ¿Por qué has asustado a mi sirviente? – preguntó a la Muerte -  Tarde o temprano te lo vas a llevar, déjalo tranquilo mientras tanto.

- No era mi intención asustarlo -se excusó ella – pero no pude ocultar la sorpresa que me causó verlo aquí, pues esta noche tengo una cita con él en Samarra”.

Memoria de un viaje, de René Magritte, 1955

Texto 4:

 

         Y el último texto es un relato corto titulado Por mi hija…, de Antonio Cruzans, donde podremos comprobar que en un mismo discurso pueden aparecer tanto el eufemismo como la palabra tabú, realizando de esta forma la función de sinonimia, evitando las repeticiones:

 

Al poco de salir, el autobús volvió a detenerse en otra parada donde subió un tipo poco agraciado quien fue a tomar el primer asiento que vio vacío, junto a otro hombre de color y ya bastante entrado en la tercera edad. Éste lo miró con detenimiento e interés, realizando un tímido intento de entablar conversación hablando del tiempo, pero el recién llegado no parecía estar muy por la labor, lanzándole una mirada cruzada con su cara de pocos amigos, así que guardaron silencio durante un buen rato. Sin embargo, en la siguiente ocasión fue el otro quien rompió el mutismo:

- ¿Va usted a Madrid?

- No, voy hasta un pueblecito de Guadalajara – respondió lacónicamente el viejo.

El más joven movió afirmativamente la cabeza y volvió a preguntar:

- ¿Vive usted allí?

- No, que va, voy a visitar a mi hija que tiene problemas. Yo vivo en una residencia de ancianos en mi país. Es la primera vez que cruzo el charco hasta España.

- ¿Está enferma?

- No, no, ella está bien, pero ha sufrido mucho a causa de su pareja que le ha dado muy mala vida y justamente hoy él cumple la condena y sale de la institución correccional, así que voy allí para que no esté sola.

El otro retornó a sus movimientos afirmativos y se quedó un rato pensativo.

- ¡Vaya, por Dios! – exclamó y se quedó mirando al viejo como si lo evaluara. - ¿Y cree que, si el amigo se presenta en la casa, usted podrá hacerle frente?

- ¿Yo? – el anciano sonrió con algo de tristeza. - ¡Pobre de mí! ¡Si me viene justo dar dos pasos!

- ¿Entonces? – se echó a reír. - ¿Cómo pretende ayudarle?

El viejo volvió a dibujar su sonrisa bondadosa.

- Pues muy fácil – dijo, mientras se volvía hacia éste. - Me informé de cuál autobús era el que paraba a recoger a los de la cárcel y me subí en él.

El hombre joven puso cara de sorpresa, no tanto por lo que el anciano le estaba explicando, como por el pinchazo que notó en el muslo de su pierna izquierda.

- Y como ya vine preparado con esta pequeña ampolla – y se la mostró al otro quien hacía inútiles intentos de hablar, llevándose una mano a su garganta como si le faltara aire, - y como no dejé que nadie se sentara a mi lado diciendo que estaba esperando a un pariente, - el hombre joven hizo una mueca indefinida, entre sonrisa y dolor, - no me ha hecho falta estar en forma para poder darte tu retiro perpetuo.

Y poco a poco los ojos se le fueron cerrando y la cabeza se le dobló flácida sobre el respaldo del asiento.

- Descansa en paz – y el hombre mayor fue recogiendo, con manos temblorosas, aunque decididas, sus pocas pertenencias dispuesto a bajarse en el pueblo donde le esperaba su hija, al cual estaban a punto de llegar.

La condición humana, de René Magritte, 1935

Texto argumentativo:

 

Vivimos en una sociedad de lo políticamente correcto. Nos movemos en los parámetros de los modismos y las apariencias; transitamos por mapas y nos olvidamos de los territorios, y acabamos creyendo que la imagen de una pipa es la pipa, que nosotros somos nuestra fotografía. Y así la publicamos en “instragam” o “Facebook”. Si no la publicas, no existes.

¿Son mentiras los eufemismos? ¿Son acaso la estevia de la miseria humana?

El Lazarillo no sabe de eufemismos. De hecho, refleja la crítica de una sociedad sumida en las apariencias. Desde que fue escrita la obra han pasado varios siglos, y ahora las apariencias se disfrazan en eufemismos. ¿Utilizamos las máscaras del eufemismo porque no podemos mirarnos a la cara sin sonrojarnos?... ¿Quién sabe?

¿Nos miramos, acaso, en el eufemismo porque no tenemos espejos en casa?, ¿somos nosotros el tabú que cabe sustituir?, ¿somos nosotros los muertos, como dice Larra, sin eufemismo ninguno?

Sin lugar a dudas, cuando vivimos en las apariencias se requieren eufemismos. Y nuestra sociedad sobrevive de este modo. El eufemismo nos sustituye y suplanta. Y se convierte en el requisito indispensable para que lo innombrable sea desterrado al ostracismo. Se ha perdido su sentido original; aquel que lo usaba para mantener en secreto lo que se consideraba sagrado, como correspondía a los dioses del Olimpo: Apolo, Perséfone o Némesis. En sus orígenes el eufemismo reflejaba lo oculto, el misterio; ahora refleja lo ocultado, lo excluido.

“Sala de profesores” se sustituye por “sala del profesorado”. La palabra “alumno” representa a Antonio y a Julia; “alumnado” sustituye a “alumno”… lo común sustituye a lo propio, y lo abstracto sustituye a lo concreto; hasta lo abstracto se sustituye de nuevo, en una cadena eufemística sin fin: “integración” se sustituye por “inclusión”…

Enfrente justo de la “sala del profesorado” hay un aseo que se titula: “aseo para minusválidos”. Sólo curioso. Supongo que alguien, algún día, cuando cambien los modismos ideológicos se indignará y sustituirá el cartel por: “aseo para personas con diversidad funcional”. Iremos los mismos. Supongo que ya tenemos integradas nuestras minusvalías y diversidades funcionales, al igual que nuestras tareas docentes. Sólo curioso.

Cuando se trata de nombrar y titular a mí me gusta recordar el caso de una persona con diversidad funcional que vino al centro a dar una charla a los alumnos. Cuando le preguntaron cómo le gustaba que le nombraran él dijo: “¿A mí? Juan”. A menudo los eufemismos nombran dejando a la persona relegada a último plano, casi imperceptible, y la máscara toma su lugar. De esta manera, puedes no ver a Antonio y a Julia, mientras los “incluyas” como “alumnado”. Y así sobrevivimos… sin crecer.

Supongo que creemos que con los eufemismos podemos exorcizar todo aquello que nos pone en contacto con lo escatológico, que tanto nos asusta. Pero al final, como le ocurre a Ahmed en Samarra, la muerte siempre sabe dónde venir a recogernos.

 

                  Mª Elena Picó Cruzans

GOLCONDA, René Magritte, 1953

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