Debate 8º:  Para 3º y 4º cursos: Igualdad

El debate de este trimestre, que compartimos los cursos de 3º y 4º de la ESO va a ser sobre “igualdad”: vamos a reflexionar sobre el valor polisémico y a veces ambiguo de esta palabra; cómo lo vivimos en la sociedad actual, y qué actitudes y conductas nos delatan y nos eluden. Vamos a analizar cómo nos influye este tema en nuestra cotidianeidad; también argüiremos sobre si manipulamos el concepto o él nos manipula a nosotros. ¿Qué significa para cada uno de nosotros comportarse en igualdad? ¿Existe, realmente? Es un tema que, sin duda, abre y nos abre a vericuetos que, quizá, aún están por descubrir. ¡Vamos a internarnos en ellos!

         A partir de las ideas que presentan los textos, que sólo se ofrecen como ejemplos de reflexión, tienes que escribir un texto argumentativo, con un mínimo de 200 palabras, en el que expongas y argumentes tu opinión al respecto. El plazo de entrega para este primer texto concluye el día  21 de marzo (antes de las 22h.). A continuación, y a partir de los textos escritos por los alumnos de 3º y 4º, debes redactar un texto argumentativo (con un mínimo de 200 palabras) que apoyen o rebatan la tesis propuesta. El plazo de entrega para el segundo texto concluye el día 23 de abril (antes de las 22h.)

 

·        Recuerda que los textos enviados no aparecen inmediatamente en la página y que debes asegurarte de que pasados por lo menos dos días ya han sido incluidos.

 

         Éste es un debate abierto, por lo que puedes invitar a participar en él.

 

         Como siempre los textos propuestos nos ofrecen maneras heterogéneas de enfocar y abarcar el tema, no sólo desde diferentes tipologías textuales y ámbitos lingüísticos; sino también desde diversos géneros literarios.

         Podemos hablar, escribir, dibujar, bailar, pensar, sentir… desde ese lugar de vacío fértil que nos brinda la poesía, y descubrir con poetas como Wistowa Szymborska o  Begoña Abad los parajes intrincados que nos cede la palabra “igualdad”.

         También podemos dejarnos motivar en nuestra reflexión por la actualidad de lo políticamente (in)correcto y las voces irónicas y críticas del ámbito periodístico, de la mano de escritores como Almudena Grandes, Juan José Millás, Pedro Álvarez de Miranda… en los que el término “igualdad” recorre otros caminos y sentidos, que a menudo se enfrentan a connotaciones éticas o meras confusiones de los límites entre la política y la lingüística. Al igual que las reflexiones que nos ofrecen los editoriales de El País y El Mundo, en los que el tema de la (des)igualdad se empareja a temas político-sociales como la “brecha salarial”, “los techos de cristal” y la “discriminación de género”.

 

 

TEXTO 1: poema de Wislawa Szymborska, de su libro Poesía no completa.

UNA DEL MONTÓN

 

Soy la que soy.

Casualidad inconcebible

como todas las casualidades.

 

Otros antepasados

podrían haber sido los míos

y yo habría abandonado

otro nido,

o me habría arrastrado cubierta de escamas

de debajo de algún árbol.

 

En el vestuario de la naturaleza

hay muchos trajes.

Traje de araña, de gaviota, de ratón de monte.

Cada uno, como hecho a la medida,

se lleva dócilmente

hasta que se hace tiras.

 

Yo tampoco he elegido,

pero no me quejo.

Pude haber sido alguien

mucho menos individuo.

Parte de un banco de peces, de un hormiguero, de un enjambre,

partícula del paisaje sacudida por el viento.

 

Alguien mucho menos feliz,

criado para un abrigo de pieles

o para una mesa navideña,

algo que se mueve bajo el cristal de un microscopio.

 

Árbol clavado en la tierra,

al que se aproxima un incendio.

 

Hierba arrollada

por el correr de incomprensibles sucesos.

 

Un tipo de mala estrella

que para otros brilla.

 

¿Y si despertara miedo en la gente,

o sólo asco,

o sólo compasión?

 

¿Y si hubiera nacido

no en la tribu debida

y se cerraran ante mí los caminos?

 

El destino, hasta ahora,

ha sido benévolo conmigo.

 

Pudo no haberme sido dado

recordar buenos momentos.

 

Se me pudo haber privado

de la tendencia a comparar.

 

Pude haber sido yo misma, pero sin que me sorprendiera

lo que habría significado

ser alguien completamente diferente.

 

                            Wislawa Szymborska

 

 

TEXTO 2: poema de Begoña Abad, publicado en su libro Cómo aprender a volar

Un día te hiciste mayor.

Lo supe porque dejaste de venir

a acurrucarte a mi lado

los domingos por la mañana.

Dejaste de buscar el calor

de mi costado

y mi mano distraída

haciéndote dibujos en el pelo.

Dejaste de pedir que te contara

cómo eras de pequeño

y cómo era yo y cómo tu abuelo

y apareciste, sabio ya.

Todo lo sabías en esa mañana triste.

Me costó acostumbrarme

a verte aparecer en la cocina

con el ceño fruncido, silencioso.

Tuve que aprender a quererte de nuevo,

también así, distante y gris.

Aprender que sólo era un baile de disfraces

en el que me tocaba adivinar

de qué ibas vestido,

pero sabiendo que siempre

detrás estabas tú,

igual que tú esperabas

que yo estuviera siempre

esperando sin disfraz.

 

                            Begoña Abad

 

 

 

TEXTO 3: Artículo periodístico de Juan José Millas, “Tendencia”, publicado en El País el día 2 de febrero de 2018

 

 

La igualdad y la desigualdad

No sé cómo tratan a un ministro cuando llega a las urgencias de un hospital público, pero dudo que lo aparquen en un pasillo

 

Juan José Millás

2 FEB 2018 - 00:00 CET

Luis de Guindos unto a los ministros de economía de Francia, Bruno Le Maire y de Italia, Pier Carlo Padoan durante un encuentro del Eurogrupo. JOHN THYS / AFP

Cuando algún político suelta aquella máxima de Aristóteles según la cual la justicia consiste en tratar igual a los iguales y desigual a los desiguales, jamás hay cerca un observador que le pregunte si el IVA es justo. Las máximas le pillan a uno desprevenido. Supongamos que usted es desigual y que se acerca al supermercado a comprar una lata de cangrejo ruso. ¿No sería lógico, según Aristóteles, que se la rebajaran de precio? ¿Cómo va a pagar lo mismo que un igual? Aristóteles viene a cuento de que el crecimiento económico de Guindos no hace más que generar desiguales. ¿Qué hacemos con ellos?, ¿los atendemos con cortesía o los repudiamos?

Los aeropuertos tienen salas de autoridades para evitar estas confusiones. Si usted es igual (o político), lo acompañan a esta sala que lo aleja del ejército de repugnantes desiguales que vagan por los pasillos. Ahora no caigo si Aristóteles fue igual o desigual.

TEXTO 4: Artículo de Almudena Grandes, Portavoza, publicado en El País, el día 12 de febrero de 2018

 

Portavoza

Hoy sigo pensando que juez es neutra y jueza estrictamente superflua, pero la uso como todo el mundo

 

Almudena Grandes

12 FEB 2018 - 00:00 CET

Los más jóvenes no lo recordarán pero, hace unos años, el término jueza no existía. Reconozco que, al principio, me parecía feísimo y superfluo, puesto que juez es una palabra neutra. Hoy sigo pensando que juez es neutra y jueza estrictamente superflua, pero la uso como todo el mundo, incluidos los académicos de la RAE, que hace años la admitieron en su diccionario. Ignoro si portavoza triunfará o fracasará en el intento, como otras propuestas de desdoblamiento, pero me gustaría situar el ruido que ha desencadenado en la realidad donde vivimos. Hace unos días volví a Madrid en AVE. Para salir a la calle, atravesé un pasillo que ya había recorrido muchas veces, un espacio abovedado, forrado desde el suelo hasta el techo con anuncios publicitarios de una sociedad médica privada que ofrece asistencia sanitaria por Internet, pero ese día me fijé en algo que nunca hasta entonces me había llamado la atención. Los pacientes —aunque quizás sería más exacto llamarlos clientes— que se comunican en los anuncios con doctores, varones, les tratan de usted, mientras que los que dialogan a través de su móvil con una doctora, mujer, la tratan de tú. Me pareció un ejemplo muy útil para explicar en qué consisten los micromachismos, esas sutiles maniobras que a diario logran degradar o discriminar a las mujeres sin que se note y que obviamente existen, aunque el término que los define no figure en el diccionario de la RAE. En una sociedad donde la publicidad normaliza que dos personas que tienen la misma formación y hacen el mismo trabajo no reciban el mismo tratamiento, la polémica generada por la propuesta de llamar portavozas a las portavoces me parece ridícula. Sobre todo cuando ya nadie habla de las jueces, sino de las juezas.

 

TEXTO 5: artículo de Pedro Álvarez de Miranda, Feminismo y gramática, publicado en El País, el día 12 de febrero de 2018

 

 

Feminismo y gramática

¿Entenderá y aceptará Irene Montero que "portavoz" tiene dos géneros, masculino y femenino, y que esos dos géneros se manifiestan en la concordancia y en la selección del artículo precedente?

 

Pedro Álvarez de Miranda

11 FEB 2018 - 19:58 CET

NICOLÁS AZNAREZ

He visto el vídeo de Irene Montero. “Mañana —dice en él ante un micrófono— hay un acto [...] con diferentes portavoces y portavozas del grupo parlamentario confederal...”. No se percibe en la diputada ninguna vacilación en el momento en que enlaza copulativamente las dos formas sustantivas ya célebres, y sí, instantes después de hacerlo, una levísima sonrisa y cierto brillo en la mirada, propios de quien está pensando en ese momento: “La que voy a armar”.

Uno casi se alegra de que se produzcan estas excentricidades, si llevan a los ciudadanos a reflexionar un momento sobre el complejo funcionamiento de su lengua, y si dan pie a hacer un poquito de pedagogía. Intentémoslo, del modo más sencillo posible.

Los nombres que designan persona (o, más ampliamente, seres animados) podemos dividirlos en tres grupos. Unos (grupo A) “flexionan”, es decir, tienen distintas terminaciones para el masculino y el femenino (el ministro / la ministra, el presidente / la presidenta, el jefe / la jefa, el profesor / la profesora, etc.). Otros (grupo B), aunque tienen una forma única, sí tienen también dos géneros, masculino y femenino, solo que esos dos géneros se manifiestan exclusivamente a través de la concordancia, empezando por la que el artículo refleja (el artista / la artista, el modelo / la modelo, el cantante / la cantante). Un tercer grupo (C), muy interesante, es el de los llamados nombres epicenos: tienen un único género (masculino o femenino) y una única concordancia, pero pueden referirse a individuos de uno u otro sexo. Por cierto, muchos de ellos son de género gramatical femenino, por más que puedan referirse a hombres y mujeres: una persona, una criatura, una víctima...; entran aquí también bastantes nombres de animales: lince, gorila, cocodrilo... Este tercer grupo lo dejaremos ahora al margen, porque el litigio en lo que se refiere a la adscripción de portavoz se produce entre los grupos A y B. Pero permítaseme mostrar tan solo de pasada que en este texto: “El atracador apuñaló al cajero, Manuel Pérez; la víctima quedó tendida en el suelo”, un sustantivo femenino, víctima, que incluso arrastra a concordar consigo al participio tendida, se refiere a un individuo de sexo masculino. Magra compensación, es cierto, a la prevalencia inclusiva del masculino. Pero compensación al fin. Que ayuda a no identificar “género gramatical” y “género natural”, es decir, sexo.

 

La lengua española tiende a la flexión, es decir, a la pauta que marca el grupo A. Pero la casuística es muy compleja, y, por más que la mayoría de los que terminan en -o flexionan, hay unos pocos que no lo hacen: miembro, modelo, piloto, genio, testigo (salvo en situaciones que buscan la hilaridad, como la estupenda escena en que Chus Lampreave, en una película de Almodóvar, proclamaba ser “testiga de Jehová”). Nótese, incidentalmente, que la tendencia a la flexión en los sustantivos en -o es tan acusada que puede llegar a arrastrar a ella a formas resultantes de un acortamiento: así, no son imposibles endocrina (frente a la endocrino) u otorrina (frente a la otorrino), en las respectivas formas apocopadas de endocrinólogo / endocrinóloga y otorrinolaringólogo / otorrinolaringóloga.

 

Irene Montero actuó con cierta lógica gramatical al ensayar la flexión en un sustantivo terminado en -z, a la vista de los precedentes que la lengua le ofrecía como posibles modelos, es decir, a la vista del comportamiento de otros sustantivos terminados en la misma consonante. Hay, que yo sepa, cuatro: juez, aprendiz, rapaz y capataz. No hay duda de que rapaz flexiona (rapaz / rapaza), pero sí la hay en los casos de aprendiz (me inclino resueltamente por aprendiza, pero veo en el Diccionario panhispánico de dudas de la Academia un ejemplo de la aprendiz), capataz (véase la entrada correspondiente del DLE) y por supuesto en el célebre de jueza / la juez, en el que la vacilación parece irremediablemente enquistada, enquistamiento, todo sea dicho, en el que a la Academia le cabe alguna responsabilidad. Pero este caso daría para otro artículo.

 

 

Pues bien, vamos ya con el de portavoz. ¿Por qué pese a ser consustancial la flexión con lo que antes se llamaba el “genio” de la lengua —y hoy muchos llamarían su “ADN”—, por qué, digo, resulta imposible un femenino portavoza, incluso para quienes resueltamente apoyamos en general los mecanismos flexivos y en particular la pertenencia al grupo A de los nombres terminados en -z (rapaza, aprendiza, capataza, jueza)? Muy sencillo: porque portavoz es un nombre compuesto, resultado de la unión de una forma verbal (de portar) y el sustantivo (femenino, por cierto) voz. La palabra no es morfológicamente opaca para el hablante, sino muy transparente: todos reconocemos en ella la presencia del sustantivo voz, y sabemos que este sustantivo (como los miles y miles de ellos que, sean del género que sean y terminen como terminen, designan cosa y no persona) no podrán nunca flexionar.

¿Entenderá y aceptará Irene Montero que portavoz sí tiene efectivamente, y eso es lo esencial, dos géneros, masculino y femenino, y que esos dos géneros, en la imposibilidad de manifestarse por medios flexivos, se manifiestan en la concordancia y en la selección del artículo precedente? De hecho, si quería dejar constancia de su rechazo a la muy cómoda y económica predisposición del masculino —masculino gramatical, no sexual— para actuar como género no marcado, podría haber dicho (yo no lo haría, ni le aconsejo que lo haga, en evitación de una prolijidad engorrosa) “los y las portavoces” o “los portavoces y las portavoces”. Debe de ser frustrante la pretensión de sacar punta a estas cuestiones desde el feminismo en lugar de reflexionar serenamente sobre ellas desde el terreno en que solo cabe dilucidarlas, que es el de la gramática. Qué se le va a hacer. Así es la lengua, cuyas normas (o preferencias normales) emanan del uso de los hablantes (con masculino que en la mente de todos en absoluto excluye a las hablantes), no de la Academia, ni de los gramáticos. Haber escrito yo ahí “los y las hablantes” o “los hablantes y las hablantes” no sería más feminista, solo más prolijo. Y haber escrito “los hablantes y (las) hablantas” sería algo peor: un disparate y una memez.

 

Pedro Álvarez de Miranda es catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de la Real Academia Española.

 

TEXTO 6: editorial de El País,Discriminación salarial”,  del día 11 de noviembre de 2017.

 

Discriminación salarial

Las diferencias de sueldos entre hombres y mujeres son injustas y antidemocráticas

La ministra de Empleo, Fátima Báñez. CHEMA MOYA EFE

Los indicadores económicos europeos muestran a España como uno de los países con una desigualdad más acentuada. Alimentan este estado la disminución en el número de empleos estables y la bajada de los salarios, un círculo perverso que ahonda aún más la precariedad del mercado laboral y agudiza el malestar social.

El informe difundido esta semana por el Instituto Nacional de Estadística apuntala esa sensación de empobrecimiento instalada en ámbitos cada vez más extensos de la sociedad. Los datos reflejan que el año pasado, el sueldo medio bruto de los españoles cayó por primera vez desde 2006. El recorte, del 0,8%, sitúa la retribución mensual en 1.878 euros. Preocupante es también que unos tres millones de asalariados perciban menos de 1.000 euros antes de impuestos.

Examinando los datos con detalle se observan peligrosas discriminaciones. La brecha salarial existente entre hombres y mujeres evidencia que el mercado laboral sigue privilegiando injustificadamente a los trabajadores masculinos. Mientras el salario medio bruto de ellos es de 2.075 euros mensuales, ellas perciben 1.661. Además, el número de mujeres que ganan menos de mil euros es el doble que el de hombres. Las trabajadoras asumen los empleos peor retribuidos, son víctimas propiciatorias de la temporalidad y tienen más dificultades para desarrollar sus carreras profesionales. Todos estos elementos contribuyen a consolidar una brecha salarial que resulta a todas luces intolerable.

Es precisamente ahora, en un momento en el que la economía crece a un ritmo del 3% y genera medio millón de puestos de trabajo al año, cuando los partidos, el Gobierno, las asociaciones empresariales y los sindicatos deberían adoptar medidas que corrigieran de una vez las discriminaciones salariales por razón de género. Son injustas y antidemocráticas.

 

TEXTO 7: editorial de El Mundo, ”Una brecha de género poco científica”, del día 11 de febrero de 2018.

 

 

 

Una brecha de género poco científica

DAVID S. BUSTAMANTE

El Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, proclamado por la ONU el 11 de febrero, sirve para poner de manifiesto que, al igual que en otros ámbitos de la sociedad, en el mundo científico existen sesgos negativos a la hora de valorar y contratar a las mujeres.

 

Aunque la situación está mejorando, aún hay cifras que reflejan una desigualdad de facto para cuya corrección las instituciones tendrán que seguir trabajando. Por ejemplo, de media, las investigadoras en Europa representan sólo el 33% del total y sus sueldos son un 18% más bajos, un dato, este último, que sólo se corregirá en 2133, el año en el que según el Foro Económico Mundial se llegará a la igualdad económica real de hombres y mujeres.

 

Entre los factores que explican esta realidad, destaca el del prejuicio interiorizado desde la infancia, tanto por niñas como por niños, que considera que para las carreras científicas se necesitarían unas supuestas cualidades innatas que desarrollarían mejor los hombres que las mujeres, en lugar de inteligencia, disciplina y trabajo. Una falsedad que es necesario corregir desde la escuela, en la que habría que dar mayor visibilidad al trabajo realizado por científicas, que sólo obtienen en nuestro país el 18% de los premios nacionales en especialidades de ciencias.

 

Pero también es fundamental para reducir esta alarmante brecha de género, que la legislación implemente políticas efectivas de conciliación de la vida familiar y profesional y se pueda romper así el techo de cristal que obliga a muchas científicas a elegir entre una u otra. De hecho, sólo el 20% de los puestos estratégicos en universidades y centros de investigación españoles están ocupados por mujeres.

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